sábado, 15 de diciembre de 2007

Lluvia... o todo lo que nunca te diré


Hace ya tiempo que nos conocimos. Dicen que la primera impresión es la que cuenta, y la primera vez que te vi me quedé fascinada. No por tu físico, sino por tu persona en general, por esa forma de hablar que tenías, por las sensaciones que me transmitías, y como no, por esos ojos...

En aquel momento de mi vida, fuiste una de mis personas importantes. Estaba lejos de todo, pero tan cerca de ti. Mi tristeza era menor porque estabas a mi lado, te quedabas cuando más lo necesitaba. Pero todos los buenos momentos que pasé contigo, esa amistad mezclada con sentimientos más profundos, todo quedó borrado de golpe por tu comportamiento. Y entonces llegaron tiempos peores, tiempos en los que dejé de creer... Y sin embargo, seguías atrayéndome hacia ti, de alguna extraña manera, cuando aparecías, volvía a sentirlo.

Pero el tiempo pasó, finalmente me alejé de ti, te olvidé por completo, hasta los mínimos detalles de nuestra relación, de aquello que no pudo ser. Y entonces apareciste de nuevo. Yo no te recordaba pero entonces te recordé. Tu voz volvió a tener ese efecto sobre mí, no sé cómo lo haces...

Volviste y me dijiste cosas tan bonitas... Y yo te creí. Como siempre, tienes ese poder sobre mí. Es incomprensible pero no lo puedo negar...

Los días pasaron, días felices en los que olvidé el daño que me hiciste una vez. Y entonces, lo hiciste de nuevo. ¿Por qué? ¿Qué sacas haciéndome esto? No necesito explicación, lo único que sé es que todo ha acabado. Todo. Se acabó la ilusión y se acabó el creer en cuentos de hadas.

Porque cada persona representa algo distinto en la vida de otra, y en la mía tú eres la gota. La gota que anuncia la lluvia.